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sábado, 29 de junio de 2013
martes, 25 de junio de 2013
Hace un mes, se fue una gran mujer de este mundo, y aunque duele
el saber que ya no esta, creo que nos dejo mucho, asi que no se ah ido, se
quedeo, entre lineas y parrafos, se quedo entre libros maravillosos.
Te quedaste Elsa, si, te quedaste.
Ame tus libros desde que toque por primera vez sus hojas, porque
por tus escritos encontre mi pasion, mi adiccion, encontre el amor a los
libros, por que fue que en tus letras acabe por primera vez un libro, me
hiciste temer y soñar. Siempre anhele con crecer y poder mandarte una carta, a
aquella direccion que ponias al final de tus libros, y decirte los mucho que me
divertia leyendo tus historias, las noches que pasaba sin poder dormir por
aqullos terrorificos relatos, y que aun asi en mi imsomia los volvia a leer.
Elsa, te quedaste en mi corazon.
Por eso es que se me hace dificil decirte adios. ¿Y porque
adios?, porque no mejor un ¡Hasta pronto!
Elsa Bornemann
20/02/52—24/05/13
Por ese amor fugaz...
Mas como esto en
Aprendizaje,
libros,
pensamientos.,
tonterias
miércoles, 19 de junio de 2013
No te acostumbres...
“—¿Te puedo pedir una cosa?
—Sí, dime.
—No te acostumbres a mi.
—¿Como así?
—Que no te acostumbres a mi, ni a mi risa, ni a mi hiperactividad, a mi olor, ni a mis risas atemporales, ni a mis besos. No te acostumbres a que me cuentes tus cosas ni que te escuche con atención. No te acostumbres a cómo te miro o te dejo de mirar, ni te acostumbres ni a mi rabia ni mis celos irracionales, ni a reirte de las cosas que te digo.
—¿Y eso a que viene?
— A nada, simplemente que algún día me cansare y me iré y echarás de menos esas cosas a las que estas ahora acostumbrada y no valoras.”
—Sí, dime.
—No te acostumbres a mi.
—¿Como así?
—Que no te acostumbres a mi, ni a mi risa, ni a mi hiperactividad, a mi olor, ni a mis risas atemporales, ni a mis besos. No te acostumbres a que me cuentes tus cosas ni que te escuche con atención. No te acostumbres a cómo te miro o te dejo de mirar, ni te acostumbres ni a mi rabia ni mis celos irracionales, ni a reirte de las cosas que te digo.
—¿Y eso a que viene?
— A nada, simplemente que algún día me cansare y me iré y echarás de menos esas cosas a las que estas ahora acostumbrada y no valoras.”
Mas como esto en
pensamientos.
martes, 18 de junio de 2013
La verdadera historia de Rapunzel...
Hoy les traigo la
historia de Rapunzel, la joven hermosa de largos cabellos de oro, pero en el
cuento original esta chica se llama Verdezuela fue escrito por los hermanos
Grimm, la historia moderna de este cuentos sufrió grandes cambios para hacerla mas
“amable”, y de esta manera poder contársela a los niños.
Había una vez un hombre y una mujer que vivían solos y
desconsolados por no tener hijos, hasta que, por fin, la mujer concibió la
esperanza de que Dios Nuestro Señor se disponía a satisfacer su anhelo. La casa
en que vivían tenía en la pared trasera una ventanita que daba a un magnífico
jardín, en el que crecían espléndidas flores y plantas; pero estaba rodeado de
un alto muro y nadie osaba entrar en él, ya que pertenecía a una bruja muy
poderosa y temida de todo el mundo. Un día asomóse la mujer a aquella ventana a
contemplar el jardín, y vio un bancal plantado de hermosísimas verdezuelas, tan
frescas y verdes, que despertaron en ella un violento antojo de comerlas. El
antojo fue en aumento cada día que pasaba, y como la mujer lo creía
irrealizable, iba perdiendo la color y desmirriándose, a ojos vistas. Viéndola
tan desmejorada, le preguntó asustado su marido: “¿Qué te ocurre, mujer?” -
“¡Ay!” exclamó ella, “me moriré si no puedo comer las verdezuelas del jardín
que hay detrás de nuestra casa.” El hombre, que quería mucho a su esposa,
pensó: “Antes que dejarla morir conseguiré las verdezuelas, cueste lo que
cueste.” Y, al anochecer, saltó el muro del jardín de la bruja, arrancó
precipitadamente un puñado de verdezuelas y las llevó a su mujer. Ésta se preparó
enseguida una ensalada y se la comió muy a gusto; y tanto le y tanto le
gustaron, que, al día siguiente, su afán era tres veces más intenso. Si quería
gozar de paz, el marido debía saltar nuevamente al jardín. Y así lo hizo, al
anochecer. Pero apenas había puesto los pies en el suelo, tuvo un terrible
sobresalto, pues vio surgir ante sí la bruja. “¿Cómo te atreves,” díjole ésta
con mirada iracunda, “a entrar cual un ladrón en mi jardín y robarme las
verdezuelas? Lo pagarás muy caro.” - “¡Ay!” respondió el hombre, “tened
compasión de mí. Si lo he hecho, ha sido por una gran necesidad: mi esposa vio
desde la ventana vuestras verdezuelas y sintió un antojo tan grande de
comerlas, que si no las tuviera se moriría.” La hechicera se dejó ablandar y le
dijo: “Si es como dices, te dejaré coger cuantas verdezuelas quieras, con una
sola condición: tienes que darme el hijo que os nazca. Estará bien y lo cuidaré
como una madre.” Tan apurado estaba el hombre, que se avino a todo y, cuando
nació el hijo, que era una niña, presentóse la bruja y, después de ponerle el
nombre de Verdezuela; se la llevó.
Verdezuela era la niña más hermosa que viera el sol. Cuando cumplió los doce años, la hechicera la encerró en una torre que se alzaba en medio de un bosque y no tenía puertas ni escaleras; únicamente en lo alto había una diminuta ventana. Cuando la bruja quería entrar, colocábase al pie y gritaba:
“¡Verdezuela, Verdezuela,
Suéltame tu cabellera!”
Verdezuela tenía un cabello magnífico y larguísimo, fino como hebras de oro. Cuando oía la voz de la hechicera se soltaba las trenzas, las envolvía en torno a un gancho de la ventana y las dejaba colgantes: y como tenían veinte varas de longitud, la bruja trepaba por ellas.
Al cabo de algunos años, sucedió que el hijo del Rey, encontrándose en el bosque, acertó a pasar junto a la torre y oyó un canto tan melodioso, que hubo de detenerse a escucharlo. Era Verdezuela, que entretenía su soledad lanzando al aire su dulcísima voz. El príncipe quiso subir hasta ella y buscó la puerta de la torre, pero, no encontrando ninguna, se volvió a palacio. No obstante, aquel canto lo había arrobado de tal modo, que todos los días iba al bosque a escucharlo. Hallándose una vez oculto detrás de un árbol, vio que se acercaba la hechicera, y la oyó que gritaba, dirigiéndose a o alto:
“¡Verdezuela, Verdezuela,
Suéltame tu cabellera!”
Verdezuela soltó sus trenzas, y la bruja se encaramó a lo alto de la torre. “Si ésta es la escalera para subir hasta allí,” se dijo el príncipe, “también yo probaré fortuna.” Y al día siguiente, cuando ya comenzaba a oscurecer, encaminóse al pie de la torre y dijo:
“¡Verdezuela, Verdezuela,
Suéltame tu cabellera!”
Enseguida descendió la trenza, y el príncipe subió.
En el primer momento, Verdezuela se asustó Verdezuela se asustó mucho al ver un hombre, pues jamás sus ojos habían visto ninguno. Pero el príncipe le dirigió la palabra con gran afabilidad y le explicó que su canto había impresionado de tal manera su corazón, que ya no había gozado de un momento de paz hasta hallar la manera de subir a verla. Al escucharlo perdió Verdezuela el miedo, y cuando él le preguntó si lo quería por esposo, viendo la muchacha que era joven y apuesto, pensó, «Me querrá más que la vieja», y le respondió, poniendo la mano en la suya: “Sí; mucho deseo irme contigo; pero no sé cómo bajar de aquí. Cada vez que vengas, tráete una madeja de seda; con ellas trenzaré una escalera y, cuando esté terminada, bajaré y tú me llevarás en tu caballo.” Convinieron en que hasta entonces el príncipe acudiría todas las noches, ya que de día iba la vieja. La hechicera nada sospechaba, hasta que un día Verdezuela le preguntó: “Decidme, tía Gothel, ¿cómo es que me cuesta mucho más subiros a vos que al príncipe, que está arriba en un santiamén?” - “¡Ah, malvada!” exclamó la bruja, “¿qué es lo que oigo? Pensé que te había aislado de todo el mundo, y, sin embargo, me has engañado.” Y, furiosa, cogió las hermosas trenzas de Verdezuela, les dio unas vueltas alrededor de su mano izquierda y, empujando unas tijeras con la derecha, zis, zas, en un abrir y cerrar de ojos cerrar de ojos se las cortó, y tiró al suelo la espléndida cabellera. Y fue tan despiadada, que condujo a la pobre Verdezuela a un lugar desierto, condenándola a una vida de desolación y miseria.
El mismo día en que se había llevado a la muchacha, la bruja ató las trenzas cortadas al gancho de la ventana, y cuando se presentó el príncipe y dijo:
“¡Verdezuela, Verdezuela,
Suéltame tu cabellera!”
La bruja las soltó, y por ellas subió el hijo del Rey. Pero en vez de encontrar a su adorada Verdezuela hallóse cara a cara con la hechicera, que lo miraba con ojos malignos y perversos: “¡Ajá!” exclamó en tono de burla, “querías llevarte a la niña bonita; pero el pajarillo ya no está en el nido ni volverá a cantar. El gato lo ha cazado, y también a ti te sacará los ojos. Verdezuela está perdida para ti; jamás volverás a verla.” El príncipe, fuera de sí de dolor y desesperación, se arrojó desde lo alto de la torre. Salvó la vida, pero los espinos sobre los que fue a caer se le clavaron en los ojos, y el infeliz hubo de vagar errante por el bosque, ciego, alimentándose de raíces y bayas y llorando sin cesar la pérdida de su amada mujercita. Y así anduvo sin rumbo por espacio de varios años, mísero y triste, hasta que, al fin, llegó al desierto en que vivía Verdezuela con los dos hijitos los dos hijitos gemelos, un niño y una niña, a los que había dado a luz. Oyó el príncipe una voz que le pareció conocida y, al acercarse, reconociólo Verdezuela y se le echó al cuello llorando. Dos de sus lágrimas le humedecieron los ojos, y en el mismo momento se le aclararon, volviendo a ver como antes. Llevóla a su reino, donde fue recibido con gran alegría, y vivieron muchos años contentos y felices.
Verdezuela era la niña más hermosa que viera el sol. Cuando cumplió los doce años, la hechicera la encerró en una torre que se alzaba en medio de un bosque y no tenía puertas ni escaleras; únicamente en lo alto había una diminuta ventana. Cuando la bruja quería entrar, colocábase al pie y gritaba:
“¡Verdezuela, Verdezuela,
Suéltame tu cabellera!”
Verdezuela tenía un cabello magnífico y larguísimo, fino como hebras de oro. Cuando oía la voz de la hechicera se soltaba las trenzas, las envolvía en torno a un gancho de la ventana y las dejaba colgantes: y como tenían veinte varas de longitud, la bruja trepaba por ellas.
Al cabo de algunos años, sucedió que el hijo del Rey, encontrándose en el bosque, acertó a pasar junto a la torre y oyó un canto tan melodioso, que hubo de detenerse a escucharlo. Era Verdezuela, que entretenía su soledad lanzando al aire su dulcísima voz. El príncipe quiso subir hasta ella y buscó la puerta de la torre, pero, no encontrando ninguna, se volvió a palacio. No obstante, aquel canto lo había arrobado de tal modo, que todos los días iba al bosque a escucharlo. Hallándose una vez oculto detrás de un árbol, vio que se acercaba la hechicera, y la oyó que gritaba, dirigiéndose a o alto:
“¡Verdezuela, Verdezuela,
Suéltame tu cabellera!”
Verdezuela soltó sus trenzas, y la bruja se encaramó a lo alto de la torre. “Si ésta es la escalera para subir hasta allí,” se dijo el príncipe, “también yo probaré fortuna.” Y al día siguiente, cuando ya comenzaba a oscurecer, encaminóse al pie de la torre y dijo:
“¡Verdezuela, Verdezuela,
Suéltame tu cabellera!”
Enseguida descendió la trenza, y el príncipe subió.
En el primer momento, Verdezuela se asustó Verdezuela se asustó mucho al ver un hombre, pues jamás sus ojos habían visto ninguno. Pero el príncipe le dirigió la palabra con gran afabilidad y le explicó que su canto había impresionado de tal manera su corazón, que ya no había gozado de un momento de paz hasta hallar la manera de subir a verla. Al escucharlo perdió Verdezuela el miedo, y cuando él le preguntó si lo quería por esposo, viendo la muchacha que era joven y apuesto, pensó, «Me querrá más que la vieja», y le respondió, poniendo la mano en la suya: “Sí; mucho deseo irme contigo; pero no sé cómo bajar de aquí. Cada vez que vengas, tráete una madeja de seda; con ellas trenzaré una escalera y, cuando esté terminada, bajaré y tú me llevarás en tu caballo.” Convinieron en que hasta entonces el príncipe acudiría todas las noches, ya que de día iba la vieja. La hechicera nada sospechaba, hasta que un día Verdezuela le preguntó: “Decidme, tía Gothel, ¿cómo es que me cuesta mucho más subiros a vos que al príncipe, que está arriba en un santiamén?” - “¡Ah, malvada!” exclamó la bruja, “¿qué es lo que oigo? Pensé que te había aislado de todo el mundo, y, sin embargo, me has engañado.” Y, furiosa, cogió las hermosas trenzas de Verdezuela, les dio unas vueltas alrededor de su mano izquierda y, empujando unas tijeras con la derecha, zis, zas, en un abrir y cerrar de ojos cerrar de ojos se las cortó, y tiró al suelo la espléndida cabellera. Y fue tan despiadada, que condujo a la pobre Verdezuela a un lugar desierto, condenándola a una vida de desolación y miseria.
El mismo día en que se había llevado a la muchacha, la bruja ató las trenzas cortadas al gancho de la ventana, y cuando se presentó el príncipe y dijo:
“¡Verdezuela, Verdezuela,
Suéltame tu cabellera!”
La bruja las soltó, y por ellas subió el hijo del Rey. Pero en vez de encontrar a su adorada Verdezuela hallóse cara a cara con la hechicera, que lo miraba con ojos malignos y perversos: “¡Ajá!” exclamó en tono de burla, “querías llevarte a la niña bonita; pero el pajarillo ya no está en el nido ni volverá a cantar. El gato lo ha cazado, y también a ti te sacará los ojos. Verdezuela está perdida para ti; jamás volverás a verla.” El príncipe, fuera de sí de dolor y desesperación, se arrojó desde lo alto de la torre. Salvó la vida, pero los espinos sobre los que fue a caer se le clavaron en los ojos, y el infeliz hubo de vagar errante por el bosque, ciego, alimentándose de raíces y bayas y llorando sin cesar la pérdida de su amada mujercita. Y así anduvo sin rumbo por espacio de varios años, mísero y triste, hasta que, al fin, llegó al desierto en que vivía Verdezuela con los dos hijitos los dos hijitos gemelos, un niño y una niña, a los que había dado a luz. Oyó el príncipe una voz que le pareció conocida y, al acercarse, reconociólo Verdezuela y se le echó al cuello llorando. Dos de sus lágrimas le humedecieron los ojos, y en el mismo momento se le aclararon, volviendo a ver como antes. Llevóla a su reino, donde fue recibido con gran alegría, y vivieron muchos años contentos y felices.
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sábado, 15 de junio de 2013
jueves, 13 de junio de 2013
El que riendo la hace... Llorando la paga...
Nunca le hagas daño a una persona
inocente y humilde…
No sabes si algún día encontrara a
su padre perdido y millonario, que la hará refinada y fuerte, y luego se
vengara de ti de la peor forma.
Telenovelas
demasiado fantasiosas, pero a veces te dan un mensaje…
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Aaaawwww!!!
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miércoles, 12 de junio de 2013
martes, 11 de junio de 2013
El sigue mi filosofía...
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tonterias,
yo
Chan Chan Chan Chan... Desafio...
Primeramente… ¡Hola!, y ahora les quiero dar la noticia que
me inscribiré en el desafío de 50 Libros 2013, espero poder lograrlo, o por lo
menos pasar de la mitad, ahorita estoy leyendo “En llamas” de Suzanne Collins,
esta increíble voy a la mitad, si quieren entrar en el desafío les dejo el
banner a aquíà, en otras
noticias hoy tengo examen de física y me estoy desvelando, creo que me tendré que ir a dormir, asi que
bye mañana les cuento como me fue.
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libros,
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lunes, 10 de junio de 2013
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yo
viernes, 7 de junio de 2013
Regalare algunos de estos en navidad...
Para esas personas que nunca terminan un libro...
Estas pequeñas historias...
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pensamientos.,
yo
Cro que hoy hice uno o dos de estos puntos...
miércoles, 5 de junio de 2013
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imagenes,
pensamientos.,
yo
Leyendo algunas clasificados en el periodico me encontre...
*Viuda negra busca tipo
millonario para casarse. Hasta que la muerte nos separe.
* Vendo gato “angora”… mangana
sera muy tarde.
* Chico timido busca… bueno…
esteee… no, bueno… nada… no importa…
* Busco urgentemente cursos
para ser millonario. Pago lo que sea.
* Viejito con mal de Parkinson
se ofrece para tocar maracas en conjunto musical cubano.
* Desempleado con muchos años
de experiencia, se ofrece para estadísticas.
* Viejo rabo verde busca chica
ecologista
* Hombre de buenas costumbres,
busca alguien que se las quite.
* Si su suegra es una joyita…
nosotros tenemos el mejor estuche. Funeraria Pérez
lunes, 3 de junio de 2013
Este pequeño esta lleno de razón...
Si tan solo las personas mayores pensaran como el, el mundo no estaría como esta.
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